Empecé a viajar sola a los 15 años.
Desde adolescente, sabía que lo mío era quemar las naves y tirarme a vivir aventuras.
Los viajeros solitarios amamos los grupos de viajeros. Antes de las redes sociales, era más difícil encontrar compañía. Hoy con aplicaciones como Meet Up o Couchsurfing, lo tienes mucho más fácil.
En uno de esos encuentros, conocí a dos holandeses.
En seguida pegamos buena onda.
Bob y Carlo tienen una agencia de marketing. Se dedican a los lanzamientos online y a hacer infoproductos para sus clientes.
A los rubios les gusta más la fiesta que el chocolate, pero igual parece que les va bien. Cuando hay que trabajar, trabajan y están viajando por el mundo con su ordenador.
Fantasía millenial si la hay.
Uno se dedica a la parte comercial, y el otro a crear contenido. Su estructura se parece bastante a la que tengo con mi socio Marco.
Hace un par de semanas, se quedaron a dormir en casa y fuimos a tomar un brunch juntos.
Cuando llegaron nuestros cafés, les conté de mis planes para Turistipedia. Con una resaca que no daban más, hicieron su mejor esfuerzo por escucharme. Estaba por hacer el relanzamiento, y les pedí que me dieran un consejo.
– Mira, quizás lo que te digo te suena a cliché, pero para vender tienes que aportar valor. – me dijo Bob- Y no me refiero al valor del producto, que eso es obvio. Tu venta tiene que ser agradable, tienes que romper la tensión. Tienes que lograr que tu cliente se sienta cómodo gastándose el dinero contigo. ¿Me entiendes?
En ese momento, me pareció un consejo bastante farlopa que dicen todos los gurús de internet. El holandés me vio la cara y se dio cuenta de lo que estaba pensando.
– Déjame contarte algo. En Valencia yo me muevo en bicicleta, pero en Ámsterdam conduzco. Mi coche tiene en el asiento trasero una heladera enorme. Entran unos seis pasteles.
– Pero tu que eres, ¿repostero? – le pregunté riéndome- ¿Por qué mides el espacio en pasteles?
– Cuando me quedan tiempos muertos, me subo el coche, compro algunos pasteles y salgo a recorrer la ciudad. Si veo un negocio que me interesa, estaciono el coche. Saco un pastel, entro al negocio con una sonrisa de oreja a oreja, y se la regalo a quien sea que me atienda. Es muy divertido, por un segundo no lo entienden y piensan que es el cumpleaños de alguien.
Una vez que se relajaron y se rieron, les digo que me gustaría agendar una reunión con ellos. Y cuando tengo la reunión, entonces le presento el producto y cierro la venta.
Antes no, después. Primero te ganas a la persona, y luego le vendes. Nunca lo hagas al revés, porque la gente no es imbécil. Así que mi consejo es ese. Primero la torta, luego la venta.
Primero la torta, luego la venta.
Primero la torta, luego la venta.
Su tono era tan solemne repitiendo la misma frase, que Carlo y yo empezamos a aplaudirlo entre carcajadas.
– Has visto, Bob es el campéon de las ventas. -comentó Carlo riéndose- Hoy te llevas un consejo y yo te invito el brunch. Cuando cierres tu próximo presupuesto, me invitarás tú.
Nos abrazamos al salir del bar, y cada uno emprendió su camino.
Me quedé pensando en el pastel y las empresas de turismo
Hay empresas que entienden esto del pastel, y otras que no.
El grupo de viajeros al que pertenecemos, es un proyecto de una agencia de viajes. La agencia hace eventos gratis, y luego nos vende tours para el fin de semana. Incluso en plena pandemia, se las ingeniaron para llevarnos a pasar el día a distintos lugares de Valencia.
Protocolo mediante, por supuesto.
A mí me parece una estrategia barata y brillante.
Ofrecen “el pastel” de los encuentros de viajeros, y luego te venden un tour.
Aprovechan las redes sociales como Meet Up, y tienen una web que genera reservas. En pleno cachondeo y cervezas, el link va pasando por Whatsapp y podemos comprar el tour en el acto.
No hay que ir a la oficina, llamar a un representante, ni tener una interminable cadena de emails.
El cliente calentito, la compra cerquita. Como tiene que ser.
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Abrazo de gol,
Rocio de Turistipedia